lunes, 1 de junio de 2009

Hilo de nadie




EL HILO EN EL LABERINTO

Leyendo a Lorenzo Oliván pienso a veces en las fotografías de Chema Madoz, en las que los objetos dialogan entre sí intercambiándose sus almas hasta conformar un mundo poético lleno de relaciones ocultas. Ambos creadores, cada uno desde sus respectivas disciplinas, parecen compartir parecido nervio óptico.


Hilo de nadie es seguramente el libro más aventurado de Lorenzo Oliván. Y no sólo porque en él su autor alterna el poema casi zen (aquí bajo el título de “Vértices”) con el aforismo (“Rompientes”), sino porque a ratos da la impresión de que el libro es un muestrario de filamentos rotos, de cabos sueltos que el lector debe ir uniendo y anudando hasta fabricar la cuerda que le permita trepar por las resbaladizas paredes de la realidad. Así, Oliván nos ofrece la cosmovisión de un mundo que, fragmentado, pudiera parecer material demolido cuando es lo contrario: material de (re)construcción.


Decía Karl Kraus que “hay dos clases de aforismos, los que lo son y los que no lo son. En los primeros, la forma y el contenido están unidos como cuerpo y alma; en los segundos, como cuerpo y ropa”. El aforismo de Hilo de nadie ya no es el fuego artificial (metáfora + humor) de las greguerías de Gómez de la Serna. Los hallazgos de Oliván conllevan una profunda carga de experiencia e indagación metafísicas, pero también a menudo una buena dosis de ironía y de crítica que suele acercarle a cierta actitud preventiva, cuando no escéptica, sobre lo que las cosas muestran en su superficie.

Había dicho José Bergamín: “No importa si un aforismo es cierto o incierto. Lo que importa es que sea certero”. Y, en efecto, los aforismos y poemas de Hilo de nadie aciertan en el centro mismo de la contradicción para mostrarnos el reverso de una realidad fugitiva: “Es difícil encontrar las palabras adecuadas, pero mucho más aún las inadecuadas ciertas”.


En el libro de Oliván los hilos verticales del poema se entrelazan con los hilos horizontales del aforismo creándose un tejido poético y de pensamiento compactos, orgánicos. El lector podrá, con todo, tirar de uno de estos hilos para buscar qué o quién está al otro lado de la madeja, para ir en busca de la voz de todas las voces, aquella que por su multiplicidad el autor resuelve con el nombre de Nadie.

Lorenzo Oliván pertenece a esa raza de poetas que, abandonando los asideros de la certeza y escribiendo desde la mirada, tienen el don de ensanchar el mundo de las percepciones, de poner en movimiento a una realidad estática haciendo el puente con dos cables (el del ojo y el del pensamiento) hasta que una chispa ilumina la oscuridad: “Intento que mi mente / esté lo más posible en movimiento / ¿No habrá así más opciones / de que aunque sólo sea por azar / me encuentre?”. Si bien Hilo de nadie está escrito desde una poesía que la crítica suele etiquetar (con más o menos acierto) como “del conocimiento”, el libro no nos indica en absoluto una salida al laberinto gnoseológico. Antes al contrario: el autor camina en dirección contraria y este libro es el mapa de un ávido explorador buscando perderse en el centro mismo del misterio.

[Publicado en "Heraldo de Aragón", 20-11-2008].

Lorenzo Oliván es autor de libros de poemas (Visiones y revisiones, Puntos de fuga, El libro de los elementos) y de aforismos (Cuatro trazos, La eterna novedad del mundo y El mundo hecho pedazos). Ha traducido a John Keats y a Emily Dickinson.

Cuestiones laborales lo trajeron hasta Zaragoza, donde ha vivido durante seis o siete años, y cuestiones laborales se lo volverán a llevar al norte, a su único norte. Juan Marqués dijo en una ocasión que el mejor poeta de Zaragoza había nacido en Castro Urdiales. Sirva esta frase para resumir la huella y la amistad que Lorenzo Oliván ha dejado entre nosotros. Además de reseñarle el libro para Heraldo de Aragón (véase arriba), tuve la inmensa suerte de poder diseñarle la portada de Hilo de nadie (DVD ediciones, 2008). Lorenzo, persona modesta, me dedicó un ejemplar del poemario así: "Para Jesús Jiménez, sin duda el autor de la mejor imagen de este libro. Un fuerte abrazo y la amistad de L. Oliván".

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