lunes, 31 de agosto de 2015

lunes, 3 de agosto de 2015

"Maté a Hitler" (Adam Zagajewski)


MATÉ A HITLER
(UN RELATO DE ADAM ZAGAJEWSKI)

___Se me ha hecho tarde; soy viejo. Ya es hora de contar lo que sucedió en el verano de 1937 en un pequeño pueblo de Hessen. Maté a Hitler.
___Soy holandés, un encuadernador jubilado desde hace mucho. En los años treinta, me apasionaba la política europea, muy trágica por aquel entonces. Dicho sea de paso, mi mujer era judía, de modo que mi interés por la política no tenía nada de académico. Decidí liquidar a Hitler, yo solito, con métodos artesanales, precisos, como se encuaderna un libro. Y lo logré.
___Sabía que, en verano, a Hitler le gustaba viajar prácticamente sin escolta con un grupo reducido de amigos y que solía detenerse en los restaurantes veraniegos de pequeñas aldeas para comer a la sombra de los tilos.
___¿A qué vienen todos estos detalles? Sólo diré una cosa: lo maté a tiros y logré huir.
___Era domingo, hacía bochorno, se avecinaba una tormenta, las abejas revoloteaban como ebrias.
___El restaurante se ocultaba bajo unos árboles enormes. El suelo estaba recubierto de una grava menuda. Era casi completamente oscuro y reinaba una modorra tan pesada que tuve que hacer un gran esfuerzo para apretar el gatillo. La botella de vino se volcó y el líquido rojo se derramó por el mantel de papel blanco.
___Después, corrí con mi pequeño automóvil como alma que lleva el diablo, pero nadie me perseguía. Estalló una tormenta, cayó un aguacero.
___Por el camino, tiré la pistola a una zanja poblada de ortigas, ahuyenté a dos ocas, que se dieron a la fuga tambaleándose torpemente.
___¿A qué vienen tantos detalles?
___Regresé triunfante a casa. Me arranqué la peluca, quemé la ropa y lavé el coche.
___De poco me sirvió todo aquello porque, al día siguiente, alguien que se parecía al muerto como un huevo a otro huevo y que era quizá aún más despiadado que él ocupó su lugar.
___La prensa no hizo ni una sola mención al asesinato. Uno había desaparecido y había aparecido otro.
___Aquel día, las nubes eran completamente negras y el aire se pegaba a la piel como la melaza.


[Traducción: J. Slawomirski y A. Rubió]