LAS LETANÍAS DE SATÁN
(POR JESÚS AGUADO)
CH. BAUDELAIRE
también tuviera un cuerpo, por soñarle unos labios
y no sólo una voz que dicta obligaciones,
por ponerle una boca mordedora, una lengua
ansiosa de otra lengua, un cuello peligroso,
unos muslos feroces como estrellas fugaces,
por pensar que podría ordenar la existencia
como un abrazo eterno y no como una espada,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que al caer quebraste los tarros de perfume
y las capas de hielo que recubrían todo,
que alzaste una cabaña de fuego en cada mano,
esa hoguera habitable que llamamos placer,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que inventaste el tedio y el asa de las tazas,
el verso alejandrino y los pueblos caníbales,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que estudias paciente la faz de los canallas
y caminas sus surcos con pasión de erudito,
que lames al leproso y al helado de kiwi
con idéntica gula pues ambos son metáforas
de la decrepitud, que coleccionas barro,
callejones, bombillas fundidas, desertores,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que todo lo trizas porque sólo disfrutas
con los rompecabezas, que haces del mundo un puzzle
y barajas las piezas para que Dios se líe
y no sepa qué pinta un adulterio al lado
de un mamut, un cerezo entre el ser y la nada,
la soledad de un niño junto a la ley de Newton,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que eres de una estirpe producto de una cópula
sostenida en la ciénaga entre el ojo de Dios
y una manada de rinocerontes, hijo
del rapto y violación sufridos por lo eterno
a manos de esa banda, los minutos, que asuelan
con sus motos los barrios celestiales, mi hermano,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que acudes a mí cuando mi voz restalla
y el mundo avanza un paso como yunta de bueyes,
porque juntos aramos la palabra universo,
esa tierra baldía sembrada de puñales,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Tú que eres perezoso y algo panzón, mas alguien
con quien charlar sin prisas de las dudas del sexo,
y no un tipo al que hacer reclamaciones bobas
(burócrata especial que gestiona milagros)
o al que pegar sablazos sobre la salvación
que nos mire detrás del mostrador de un cielo,
¡Oh Satán, ten piedad de mi largo infortunio!
Gloria a ti, oh Satán, adversario del hombre
pero no de los hombres, adversario del ángel
pero no de los ángeles (con los cuales te embarcas
en juergas muchas veces que acaban en escándalo),
adversario del cuerpo pero no de los cuerpos,
Satán que nos enseñas la rebelión suprema:
conjugar en plural, ser arena y no roca,
vivir con un martillo bien alerta en los ojos
contra el largo infortunio de no ser más que yo.