Me he vuelto una bola de billar de marfil que rueda empujada siempre por el taco siniestro y, dolorosamente, topando contra las bandas del rectángulo, es repelida con seca violencia, sin parar. Ya no puedo jugar más, retírame del fieltro verde, jugador empedernido, déjame sentir cómo van cayendo las horas, cómo cesan el ruido y el movimiento, cómo, inactivo, el marfil se hace cera, que fundirá, al final, la mano del fuego.
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