El paseo bajo los árboles
Philippe Jaccottet
Cuatro Ediciones (Madrid, 2011)
Philippe Jaccottet
Cuatro Ediciones (Madrid, 2011)
Rafael-José Díaz me hace llegar una novedad francamente interesante: El paseo bajo los árboles, un "ensayo poético" a cargo de Philippe Jaccottet, traducido por el primero de su puño y letra. Y es que hablar de Philippe Jaccottet en España es hablar irremediablemente de Rafael-José Díaz, su traductor al castellano casi, casi oficial.
En El paseo bajo los árboles, Philippe Jaccottet nos acerca al misterio de la experiencia poética, a la incertidumbre de la palabra para atrapar toda percepción. Jaccottet es un poeta que a la crítica le gusta tildar de visionario a la manera de Hölderlin.
Botón de muestra:
"Que un poeta sea un árbol cubierto de palabras más o menos perfumadas no es una imagen muy acertada, ya que sus palabras cambian y nadie puede preverlas; sin embargo, es cierto que algún día parece derrumbarse como el árbol y pudrirse. Pero no sin antes haberlo intentado todo para que lo que en ese momento cae no sea más que una vestimenta superflua, el uniforme de su oficio terrestre, y que no todo se reduzca a ese despojamiento" (pág. 58).
El libro se completa con una cronología muy útil y una entrevista al poeta a cargo de Jean Roudaut. Personalmente, esto último es algo que agradezco. Nuevo botón de muestra (y esto entronca con lo que antes señalaba acerca de Hölderlin):
JEAN ROUDAUT: ¿Es posible mantener el equilibrio entre la confianza, mágica, en la poesía: "Levanto la lámpara celeste / sobre nuestra breve estancia, / lavo a su luz / nuestra imperfecta vida" (en Journées), y la lucidez que se parece a la desesperación ("¿Es fatal que el hombre lúcido se hunda?", se pregunta el narrador de La oscuridad)? ¿Mantenerse en los límites de lo visible y lo invisible no es situarse en las fronteras de la sinrazón?
PHILIPPE JACCOTTET: La locura... ¡por favor, no vayamos tan lejos! No soy sino un hombre cualquiera, extremadamente ponderado y prudente, menos expuesto que otros, salvo accidente, a lo sagrado de la locura, como les sucedió a Nerval, Hölderlin o Artaud; incluso ni siquiera alcanzo esa admirable "rabia de la expresión" que constituye la grandeza de Ponge o de Giacometti. Nunca podré "hacer un drama" de mi trabajo de escritor, como tampoco un jardinero puede hacerlo de sus tareas. De esta situación que carece de lustre no obtengo ni orgullo ni vergüenza. Así es, y me gustaría incluso que fuera de ese modo cada vez más (pág. 126-127).
Botón de muestra:
"Que un poeta sea un árbol cubierto de palabras más o menos perfumadas no es una imagen muy acertada, ya que sus palabras cambian y nadie puede preverlas; sin embargo, es cierto que algún día parece derrumbarse como el árbol y pudrirse. Pero no sin antes haberlo intentado todo para que lo que en ese momento cae no sea más que una vestimenta superflua, el uniforme de su oficio terrestre, y que no todo se reduzca a ese despojamiento" (pág. 58).
El libro se completa con una cronología muy útil y una entrevista al poeta a cargo de Jean Roudaut. Personalmente, esto último es algo que agradezco. Nuevo botón de muestra (y esto entronca con lo que antes señalaba acerca de Hölderlin):
JEAN ROUDAUT: ¿Es posible mantener el equilibrio entre la confianza, mágica, en la poesía: "Levanto la lámpara celeste / sobre nuestra breve estancia, / lavo a su luz / nuestra imperfecta vida" (en Journées), y la lucidez que se parece a la desesperación ("¿Es fatal que el hombre lúcido se hunda?", se pregunta el narrador de La oscuridad)? ¿Mantenerse en los límites de lo visible y lo invisible no es situarse en las fronteras de la sinrazón?
PHILIPPE JACCOTTET: La locura... ¡por favor, no vayamos tan lejos! No soy sino un hombre cualquiera, extremadamente ponderado y prudente, menos expuesto que otros, salvo accidente, a lo sagrado de la locura, como les sucedió a Nerval, Hölderlin o Artaud; incluso ni siquiera alcanzo esa admirable "rabia de la expresión" que constituye la grandeza de Ponge o de Giacometti. Nunca podré "hacer un drama" de mi trabajo de escritor, como tampoco un jardinero puede hacerlo de sus tareas. De esta situación que carece de lustre no obtengo ni orgullo ni vergüenza. Así es, y me gustaría incluso que fuera de ese modo cada vez más (pág. 126-127).
Mil gracias, amigo Jesús, por el comentario y las reflexiones sobre el libro de Jaccottet. Un cordial saludo. Rafael
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