Jesús Jiménez Domínguez (Zaragoza, 1970)
es una de las voces más personales de la lírica española de los últimos
años. Con la llegada de la primavera publicaba en La Bella Varsovia su
libro Contras las cosas redondas, que pronto llegó a su segunda
edición. Aquí el autor explica algunas de las claves del libro, su
poética y recomienda algunos libros para leer en verano. O en cualquier
momento del año. El sábado 13 de agosto se publicaba en Heraldo de Aragón un amplio fragmento; hoy
aparece al completo.
¿Cuál es el ánimo esencial de Contra las cosas redondas?
Una
exaltación -siquiera indirecta, siquiera digresiva- de la vida mediante
la observación de personas y cosas que la acompañan y un día la dejan.
Sigo preguntándome por los asuntos de siempre: quién soy yo y cómo es
este mundo. En qué consiste esto de vivir cuando la vida nos viene dada
sin garantía ni manual de instrucciones. Hay muchas preguntas en este
libro y pocas certezas.
Dice
en el primer poema: “Los días, llegando de uno en uno, / rebosan las
orillas del corazón y lo desbordan”. ¿Eso qué es: aceptación gozosa del
presente u otra cosa?
Beneplácito,
aceptación dichosa del presente; pero también asombro y fascinación
ante ese caudal salvaje y desordenado que es la suma de instantes: la
vida.
En
el poema que da título al libro, dice que prefiere las cosas informes,
las imperfectas, con taras. ¿A qué tipo de imperfección se refiere?
Hay
una cierta rebeldía ante la tiranía de lo bello, perfecto y armónico a
favor de lo imperfecto, raro y aparentemente vulgar. Un “camino de
imperfección”, como sugiere el poeta, ensayista y crítico Antonio Rivero
Taravillo. Una versión light de
aquellos versos de Rimbaud: “Una noche, senté a la Belleza en mis
rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié”. Y también una
invitación a dudar de los dogmas de fe, de las verdades supuestamente
inalterables.
¿Cómo se fue armando y organizando el libro, cómo surgieron los poemas?
Suelo
decir que no escribo libros de poesía, sino poemas sueltos a lo largo
de varios, bastantes años. Solo cuando dispongo de un buen puñado de
ellos (alrededor de treinta y cinco o cuarenta poemas) intento armar un
libro, ordenándolos de una manera estratégica, buscando afinidades entre
ellos. En realidad, pienso que los poemas nacen con vocación de
singles, pero el mercado editorial de la poesía (si es que tal existe)
requiere elepés y hasta dobles elepés, así que les envío un montón de
poemas dentro ese engañoso formato.
¿Hay que leer sus partes en una clave especial, como una sinfonía con sus partes o es un orden un poco azaroso?
El
orden de los poemas es bastante fortuito. Cada poema tiene su propio
status independiente: puede leerse por separado y en un orden no
prefijado. En principio, por eso mismo de ir contra un libro “redondo”,
no concebí una estructura cerrada para el libro, pero luego se me
ocurrió el juego tonto de las preposiciones: “Ante” (que se abre con el
poema “Credenciales” y que es la parte más metapoética del poemario),
“Bajo”, “Cabe”, “Con” y “Contra” (que arranca con el poema que da título
al libro).
Uno
de los poemas más emocionantes del libro es ‘La luz’. ¿Podríamos decir
que es un pequeño manifiesto o la clave del conjunto? ¿Una apuesta por
la felicidad?
No
soy muy amigo de manifiestos y panfletos ni siento la necesidad de
pontificar o teorizar. Para mí, la poesía tiene más de pregunta e
indagación que de respuesta y aseveración. Por supuesto, cada poema es
una manifestación. Y me gusta pensar que la poesía es el periódico de lo
invisible y lo fugaz, de esas pequeñas cosas cotidianas en las que
apenas reparamos porque hemos hecho de nuestra vida un río vertiginoso.
Los poemas que me interesan son aquellos que dan noticia íntima de cada
uno de nosotros, aunque sea a mi manera, de forma alegórica.
¿Por qué es la poesía la alumna aventajada de la luz?
Allí
donde la objetividad de la ciencia no llega, lo hace la subjetividad de
la poesía. Esta pone bajo su foco aspectos del mundo y de nosotros
mismos que no conocíamos o que habíamos olvidado. La poesía nos muestra
la cara oculta de las cosas, las ilumina. Es un gran caer en la cuenta,
como decía Valente.
Este
también es el libro de las pequeñas cosas, de los actos inadvertidos,
¿qué te da la observación de lo cotidiano, en qué radica su poesía?
Con
las cosas más cotidianas y a primera vista insignificantes puedes armar
un gran poema que hable del mundo. No necesitas palabras ostentosas, ni
palacios marmóreos, ni grandes verdades universales. Dame al azar dos o
tres objetos muy humildes y, con tiempo, te descubriré unas rencillas o
unos amores recónditos entre ellos. Y lo que es mejor: hallarás en sus
asuntos privados tus mismos asuntos. Así funcionan gran parte de mis
poemas.
¿Qué supone para ti alcanzar una segunda edición de poesía?
Supone
la existencia de una confianza firme por parte de la editora, Elena
Medel, al apostar por una vida prolongada del libro cuando la misma
dinámica del mercado editorial parece señalar lo contrario. Dupone
la sospecha, aunque suene muy inmodesto por mi parte, de que en muchos
rincones del país hay un puñado nada desdeñable de lectores, muy fieles y
exigentes, que esperan durante años la publicación de un libro mío y
que compran a ciegas, como si Jiménez Domínguez fuera una marca de
confianza.
Llevas casi dos décadas en la poesía. ¿Cuál ha sido tu evolución, cómo ves tu camino?
Aunque
empecé a escribir poemas a los 9 años, solo publiqué mi primer libro (a
los 30 años) cuando pensé que era una edad apropiada. Ahora que nadie
nos oye, me confesaré: ojalá hubiera esperado algunos años más para
hacerlo. He estado aprendiendo todo el tiempo y sigo haciéndolo, por eso
siempre tengo la impresión de estar empezando. Comencé
muy imbuido por las vanguardias y todos los ismos de principios del
siglo XX. Con el tiempo he sabido, creo, subrayar lo esencial del hecho
poético sin preocuparme de retóricas retorcidas ni de parecer moderno.
¿Quién querría ser moderno pudiendo elegir ser eterno? Esa sería una
noble, aunque utópica, aspiración.
¿Cómo se construye un lenguaje poético personal?
No
tengo ni idea. Todos andamos tras la piedra filosofal del “estilo
propio”, pero no existe una fórmula mágica. Supongo que no queda otra
solución que leer mucho y diverso, intentar ser permeable y no temer a
las influencias. Todo ese maremágnum de influencias adquiridas a lo
largo del tiempo y un prolongado, incansable trabajo de indagación
personal, ayuda a la construcción de un estilo, de un lenguaje poético
personal. Ah, y correr algunos riesgos, buscar tu propio camino sin
pensar si va en una dirección contraria al de los demás.
¿Ha vuelto la poesía a nuestras vidas y a nuestras noches de una manera natural o es un espejismo?
¿Se
fue alguna vez? Esencialmente no. Si la pregunta va en la dirección de
cuál es el momento actual de la poesía en España, tengo que señalar que
esta sigue demostrando su mala salud de hierro frente a cualquier
crisis. Hay una actividad frenética todas las semanas: publicaciones de
libros, presentaciones, recitales, blogs, festivales… Empieza a haber
tantos festivales de poesía como de música.
¿Podrías decirnos por qué debemos leer poesía?
Hace
unos años la Universidad inglesa de Liverpool llegó a la conclusión de
que la poesía estimula la mente y resulta más beneficiosa
terapéuticamente que los libros de autoayuda. No hacían falta tantos
estudios para llegar a esa conclusión. Yo podría dar otras muchas
razones, todas ellas muy personales, pero me quedo con esta, muy
poderosa y primordial: no olvidar quiénes somos.
Recomiéndanos tres o cuatro libros de poesía para leer en verano.
Estuve
el verano pasado en un festival de poesía en Rumanía y me traje de allí
dos nombres ineludibles: Ion Mureşan e Ioan Es.Pop. En
verano, tiempo de amores desordenados, suelo serle infiel a la poesía
para arrimarme más a la novela. Para los que deseen recorrer el camino
inverso recomiendo en esta época del año la poesía llena de viajes
(geográficos e interiores) de Adam Zagajewski (Mano invisible) o de Martín López-Vega (Adulto Extranjero).
Y, sobretodo, la poesía de Wislawa Szymborska, que es amena, luminosa y
siempre fresca. He veraneado más veces en los poemas de Wisława que en el Mediterráneo.
Hola Jesús, te he descubierto porque el otro día compré varios libros de poesia al azar (es decir de autores que no conocía) y uno de ellos era "Contra las cosas redondas". Me está gustando y quise saber más de ti, y así buscando he dado con tu blog.
ResponderEliminarEn fin, que ha sido un placer descubrirte. Vendré más por aquí.
Por cierto tenemos al menos dos cosas en común: yo también escribo, y también trabajo en un psiquiátrico, ya ves, casualidades.
Saludos
Pablo
Hola, Pablo. Bienvenido y muchas gracias por confiar a ciegas en un título como "Contra las cosas redondas". Espero que, todo él, sea de tu agrado.
ResponderEliminarCurioso lo de trabajar tú también en un centro psiquiátrico (¿dónde se encuentra?). Una vez más, literatura y locura de nuevo juntas.
Jaja... Hombre si todo él fuera de mi agrado te habría salido un libro demasiado redondo ;)
ResponderEliminarTrabajo en un centro psiquiátrico andaluz, no te digo más porque me gusta tener separadas mi faceta personal y/o de escritor de la estrictamente profesional.
Si tienes curiosidad por lo que escribo puedes ojear mi blog, aunque no te auguro cosas muy redondas, jeje.
Saludos