EPÍLOGO
(UN POEMA DE FLORIN IARU)
Paso por todo esto a alta velocidad de tristeza
cuando -¡zas!- una autoestopista de demencial belleza
me hace una señal luminosa que ahoga mis ojos.
Freno al instante. Bajo. No estoy lejos.
Piel de oro con alquitranada montura.
Su boca -roja epilepsia desnuda.
Las tetas -trazadas con un compás y llenas
de gas hilarante- para mí están hechas.
¡Por fin! ¡Volcar algo vivo en la hierba aplastada!
Tiro de cremalleras, escudriño y el hocico meto
en esa carne que se me abre por completo
silabeando mi ser, sobresaltada.
Al levantarme, mullido y sin ideas el día flota.
La lujuria me ata al cuello su pañoleta.
-¿En serio te ha gustado?
-¡Con locura, belleza! ¡Adiós!
Silbo despreocupado...
Aumenta la velocidad...
en el retrovisor
la muerte satisfecha se ríe en un arcén con sol.
[Traducción: Catalina Iliescu Gheorghiu]
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