En el nº 7 (mayo y junio) de la revista griega "Frear" -entre textos, entrevistas o referencias como Adam Zagajewski, Louis Aragon, Aleksandr Blok o Silvina Ocampo- aparece un poema inédito mío. La traducción corre a cargo de Ursula Fos.
Aquí la versión original del poema:
TORMENTAS
Escribir
un poema es lo más parecido
a
presenciar una tormenta de verano.
El
día anterior te asoló la flor de la migraña,
había
un cañaveral en cada uno de tus huesos,
estabas
inquieto: todo en ti era sed y desvelo.
Pero
he aquí que hoy sientes en tu interior
levantarse
aquel afflatus de Cicerón, un soplo
misterioso,
una corriente nada corriente,
un
raro viento que no sabes de dónde viene
ni
adónde va, pero que lo desordena todo:
el
Ser y la Nada, la realidad y los sentidos.
¿Por
qué el olor del limón trae un tacto rugoso?
¿Cuándo
el viento que baja de los árboles
tuvo
este verde tan comestible, tan intenso?
Te
acucia -lo sabes, ahora lo sabes-
la
urgencia de conectar vena y nervio,
trueno
y silencio, temperatura y tiempo;
la
necesidad de bajar al oscuro fondo
de
las cosas con una espada en una mano
y
en la otra la flor del tornasol a deshacer
el
nudo gordiano de lo que siempre fueron.
Hay
temblores en el aire, presencias
eléctricas
donde antes no hubo nada.
El
sustantivo instante y el adjetivo eterno
se
cruzan, nubes contrarias, sobre ti:
acógelas,
que tu tiempo la intemperie sea.
Unos
segundos antes que el reino de lo inefable
se
abra de par en par para calarte entero,
podrás
vislumbrarlas al fin: surgidas nadie
sabe
de dónde, como filas de hormigas voladoras,
estas
pocas palabras llegando hasta aquí.
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