lunes, 23 de diciembre de 2013

Presentación de "Autopsia", de Miguel Serrano Larraz


Miguel Serrano Larraz (Zaragoza, 1977) se dio a conocer con el libro de relatos Órbita (ed. Candaya), que lo colocó en la primera línea de los escritores de su generación. Ahora viene a presentarnos Autopsia (también en Candaya), una novela que tiene algo de retrato colectivo de la primera generación que tuvo acceso a Internet y amplió los mitos privados para hacerlos públicos. Una reflexión sobre la culpa, sobre la venganza, sobre la paternidad.
 
La presentación del libro tendrá lugar el viernes 27 de diciembre, a las 20:00 h. en el Fórum de Fnac Plaza España (Zaragoza). Acompañarán al autor en el acto Jesús Jiménez Domínguez y Jesús García Caballero.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Frecuencias armenias

Por segunda vez, Siranush Karapetyan ha traducido mis poemas al armenio para el periódico literario "Exegan Pox". En esta ocasión, los poemas elegidos son del libro Frecuencias (Visor, 2012): "Frecuencias de onda corta", "Tierra de topos", "The crack in the cup of tea" y "Paréntesis a una cita de Peter Handke". Sumamente agradecido.

lunes, 9 de diciembre de 2013

lunes, 2 de diciembre de 2013

Vida severa, vida serena








Resulta evidente que los años no han conseguido doblegar al poeta indómito e inconformista que siempre ha sido Ángel Guinda. Todo lo contrario. Cuando otros poetas de su generación han buscado con el discurrir del tiempo la misma postura cómoda para sus poemas que para sus cansados huesos, Guinda parece haber hecho oídos sordos a los cantos de sirena de los reconocimientos públicos, rehuyendo una probable poética más suavizada o amable con el lector.

 Este (Rigor vitae), tal cual, amortajado por sus paréntesis, o “crueldad de la vida”, como gusta de explicar el mismo autor, es la prueba bien palpable de que el poeta ha entrado en una suerte de abatimiento íntimo para bien de su poesía, pero en detrimento de su propia paz personal.

Si habitualmente se ha tildado su poesía de existencialista, en este su último libro el tizne es ya, si cabe, todavía más oscuro, negrísimo. Conviven en el libro aquel unamuniano sentimiento trágico de la vida y un padecimiento cívico por el prójimo que sufre cruelmente la turbonada de estos tiempos tan opacos y deshumanizados. Sin embargo, convendría diferenciar en su poesía un existencialismo a la manera de Heidegger (es decir, marcado por un firme pesimismo) y un existencialismo, menos angustioso, con base en Sartre.

En efecto, igual que lo hacía Heidegger, Guinda considera al ser humano como yecto en una realidad abyecta, es decir, arrojado a un mundo sórdido conforme a una existencia que le ha sido impuesta sin previo aviso. En resumidas cuentas, el hombre ha sido abandonado a un callejón sin salida, a un designio fatal: hemos nacido para morir. Así lo dice el poeta en uno de sus versos: “Una lápida oprime mi feroz resistir”.

Sin embargo, el Guinda sartreano asoma no pocas veces cuando contempla al ser humano ya no sólo como yecto, sino como pro-yecto. Es decir, arrojado hacia delante, llamado a la acción, hacia el futuro de sus propios actos. Y si algo hay en la poesía de Ángel Guinda es reacción y acción, activismo cívico en pos del respeto y de la igualdad social: “¡La realidad mata! ¡Tumbad la realidad!”, exclama en uno de sus poemas. Así, frente a una realidad opresora y despótica, el poeta deviene en un insumiso, en un insurgente, se erige en una voz en constante levantamiento: “¡Soy el hombre tornillo!// (¡Voy captando tornillos!)// Clavos, tornillos, ya:/ ¡lancémonos en tromba contra el mazo!)”.

Por tanto, podría decirse que estamos ante un existencialismo de tintes “optimistas” al considerar que todos tenemos un proyecto íntimo que cumplir, por inalcanzable o quimérico que parezca: “Puedo acarrear una carga treinta veces superior a mi peso.// Agotado por el aplastamiento, levanto las persianas de la duda.// ¡Me asomaré a la ventana de las utopías!”

Al fin y al cabo, el existencialismo de (Rigor vitae) es profundamente humanista. No valora a la humanidad por la excelencia de alguno de sus miembros, ni por la supuesta bondad de la humanidad en su conjunto. Es humanismo por declarar que no existe otro legislador que no sea el hombre mismo, por afirmar la libertad y la necesidad de trascender la situación, de superarse a sí mismo, por reivindicar el ámbito de lo humano como el único ámbito al que el hombre pertenece.

En lo formal, mención aparte requiere esa imaginería de corte expresionista que hay en (Rigor vitae), esa deformación de la realidad para expresar de manera más subjetiva la naturaleza del ser humano. Obviamente, no se imita la realidad, sino que se marcha contra ella retorciéndola y desfigurándola hasta el extremo, mostrando su aspecto más terrible y descarnado, enfatizando aspectos como lo siniestro, lo macabro y lo grotesco. Y todo ello acompañado, claro está, de un tono crudo, inflamable y por momentos casi apocalíptico.

 En pocos libros como en (Rigor vitae) he asistido a tanta desatada exclamación de ira, a tanta imprecación furiosa, a tanto grito inconformista: “¡Eh, vosotros, hipopótamos con frac; orangutanes con pajarita, hienas con tacones de aguja; tenias adictas a la ambición! ¡Sí, vosotros: acercaos más, más! ¡Me rajaré el vientre, desenrollaré mis intestinos, los enroscaré a vuestro cuello y os estrangularán como serpientes!”

Otro efecto de su dinámico lenguaje expresionista es el simultaneísmo, la percepción del espacio y el tiempo como algo subjetivo, heterogéneo, atomizado, inconexo. Y todo ello hace de sus poemas una representación simultánea de imágenes y acontecimientos.

Consciente de la decadencia de la sociedad en que vivimos y su necesidad de renovarse, Ángel Guinda utiliza no pocas veces un tono idealista y utópico cuando no profético. Un cierto mesianismo propugna otorgar un nuevo sentido a la vida, una regeneración del ser humano, una mayor fraternidad universal.

Para alborozo de todos cuantos le leemos, Ángel Guinda sigue creyendo firmemente en la facultad de la palabra para alterar y dar un vuelco a un sistema bestialmente injusto con los más necesitados, con los que menos tienen. Su palabra poética es una salvadora venganza contra el poder que nos oprime y nos aliena, pero a la vez una coartada ante la desaparición que la muerte nos tiene reservada a cada uno de nosotros.

JESÚS JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ
Ángel Guinda, (Rigor vitae), Zaragoza, Olifante, 2013
(reseña publicada en el nº 108 de Turia, pág. 446)