lunes, 21 de octubre de 2013

Poema (Ion Mureşan)


POEMA
(POR ION MURESAN)

Mas yo solo bajo tierra.
Mas yo solo, solo, solo bajo tierra lejos.
Pues la tierra los arrojó a todos.
Escupió a todos entre flores,
en el florido pañuelo de la primavera.
Los expulsó a todos.
Son ahora manchas de sangre en el pañuelo de una bella
señorita tuberculosa.
¡Plof!, los escupió la tierra en la hierba.

Y es justo el día de Resurrección.
Es justo el día del segundo Advenimiento del Redentor.
El Día del Juicio Final.
¡Oh, qué inmenso júbilo!
A todos los sacó la tierra fuera
de sus pulmones,
de sus arcones frigoríficos
donde, Dios, qué bien se han mantenido.

Este es el Día del Juicio Final,
el día en que la carne crece sobre cada hueso,
la carne va posándose en los huesos como el polvo en los muebles.
Este es el día en que la carne resplandece como la Luna.
Es carne segura.
Pues todo ser humano grita de alegría y dice:
"¡Anda, ven a mi carne, donde se está bien y calentito!"

Mas yo solo bajo tierra.
Y en cada huesecillo crece carne.
De modo que la tierra se llenará de hombres
y las aguas de peces
y el cielo de aves
y las jaulas de perros
y la cocina de verano de mi madre se llenará de moscas
(pues también sobre el hueso de mosca crece carne de mosca)
¡oh, qué inmenso júbilo!

Y los que fueron incinerados y no tienen huesos
también se regocijan
pues, según veo desde bajo tierra,
en la hierba se encienden pequeñas lumbres como la llama de cerilla
o grandes como una casa ardiendo,
y esas llamas, plof, no cesan de escupir huesos,
y en los huesos enseguida crece carne,
y en cuanto en alguna parte del mundo aparece una idea,
no tarda en crecer alrededor una cabeza,
y en nada ves la idea repantingada a la sombra de una frente
que antes ni existía.
¡Oh, qué inmenso júbilo!

Mas yo solo bajo tierra.
Crepitan los sagrados estandartes en la brisa nocturna.

Yo solo bajo tierra como un niño con la nariz pegada al cristal.
Yo con la nariz como un caracol pegado al cristal.
Y lo que veo, lo veo por entre la hierba.
Permanezco en la leche dulce y negra de la tierra
soy la única ranita y serpiente y pez y rey
del negro reino.

Mas yo solo, solo, solo, lejos, bajo tierra.
Y ellos bailan en un corro,
en círculos alrededor de Cristo
que está, como un cordero, en medio.
Y lo que veo, por entre la hierba lo veo:
mujeres de piernas delgadas como lápices
y con el sexo como una goma de borrar, acuosa y rosada,
hombres trotando con botas de cuero y herraduras y
cada uno lleva entre las piernas dos tinteros llenos.

Esto llegué a ver,
pues ellos, con Cristo en medio, ascienden a los cielos.
Y yo solo, solo, solo para la eternidad,
el cielo estirado como una cortina negra encima,
el cielo como una cremallera de bragueta cubriéndome los ojos,
solo en la dulce leche de la oscuridad,
solo bajo tierra.
¡Oh, qué inmenso júbilo!

Este es el Día del Segundo Advenimiento.
Y de repente, plof,
la oscuridad escupe un ángel,
un ángel pequeñito,
un ángel escuchimizado,
un ángel diabético,
un ángel albino,
el último angelito recuperador.
Que me agarra de una oreja
me saca a la luz y estoy llorando
y lloro en el aire
con mi oreja entre los dedos de este angelito,
lloro,
porque la oscuridad se queda sola.


[Traducción al castellano: Catalina Iliescu Gheorghiu]

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