La poesía responde a lo que yo llamaría –casi contradictoriamente– un instinto de vuelo. Es decir, en el ser humano hay un llamado a superar su condición terrestre. Un llamado a hacer crecer las alas de un ángel interior. Para mí la poesía es esencialmente eso. Ahora, ese llamado al vuelo tiene una contradicción. La poesía siempre es paradójica, pues a la vez su llamado al vuelo está impulsado por un llamado del abismo. Si no hubiera la propensión abismal, el llamado al vuelo no existiría. Así explico lo que es la poesía. Eso, por supuesto, depende. El espíritu de un mismo poeta va variando. No se mantiene constante a lo largo de su vida.
En la poesía el hombre tiene posado un ángel en el hombro derecho y un demonio en el izquierdo. A veces domina más el demonio, y resulta una poesía de cierto tipo, un poco demoníaca o abismal. El ángel entonces da una poesía más aérea, más angelical. Eso depende de cómo vayan funcionando las relaciones de tu alma con el mundo. Por eso, cuando uno analiza la poesía de un autor, incluyéndome a mí, puede encontrarse que en un mismo libro hay poemas “contradictorios”, que dicen algo totalmente diferente el uno del otro. Pero esto no se debe catalogar como incoherencia, sino como una coherencia esencial.
¿Cuál sería entonces la diferencia, no ya entre el ángel y el demonio, sino entre un lenguaje poético y uno no-poético?
¿Cuál sería entonces la diferencia, no ya entre el ángel y el demonio, sino entre un lenguaje poético y uno no-poético?
En algún momento en que dominaban las estéticas preceptivas, se establecía una diferencia categórica entre un lenguaje poético y uno no-poético. El lenguaje no-poético era el lenguaje del habla cotidiana, y el lenguaje poético se suponía que era una especie de lenguaje especial, con un régimen muy particular.
En torno al vocabulario utilizado, al arsenal retórico que lo hacía casi un lenguaje impoluto, un lenguaje exquisito, un lenguaje de belleza pura en el cual no tenían cabida –digámoslo así- los prosaísmos. Pero en la contemporaneidad esa diferencia no se establece, sino que la poeticidad, la coherencia esencial del lenguaje surge con relación a la estructura del poema. Eso es lo que hace al lenguaje poético o no-poético: la capacidad de producir ese efecto estético.
¿Qué elementos utiliza en sus poemas? ¿Hay una conciencia manifiesta de ellos?
¿Qué elementos utiliza en sus poemas? ¿Hay una conciencia manifiesta de ellos?
No sé mucho sobre los elementos retóricos que utilizo. Sé que en mis primeros poemas de El oscuro sello de Dios hay partículas que señalan duda, las que considero fundamentales. Por ejemplo: “tal vez”, “será”, “acaso”. Se podría decir que domina en esos primeros poemarios un lenguaje que selecciona palabras que tienden a ser eufónicas con un lenguaje delicado. Podría ser que en el segundo poemario hay una exquisitez de la palabra y aun, en el tercer poemario, también. Pero, en el cuarto y quinto, siento que la palabra tiende a ser un poco más prosaica. Sé que aparece de vez en cuando alguna metáfora, algunos símiles, el lenguaje no se caracteriza por ser muy rico en términos de retórica, yo creo que manejo un lenguaje muy sencillo. Es decir, que un elemento muy importante de mi poesía es la economía verbal. Entre menos palabras utilice para expresar creo que hay un mayor poder expresivo. Ésta es una poesía muy escueta, y a veces mínima. A veces son poemas de dos líneas que se construyen sobre la base de un interrogante. El hecho básico de mi poesía es la interrogación: una pregunta que no tiene una respuesta muy clara, acaso dudosa, pero no muy clara.
¿Cree usted en la inspiración o qué motivos lo impulsan en su creación?
¿Cree usted en la inspiración o qué motivos lo impulsan en su creación?
Yo creo que la motivación de todo poeta son sus obsesiones. Creo que al hacer poesía a uno lo habitan ciertas obsesiones. No las inventa uno. Se van creando, van germinando en el interior de uno, en los avatares de la vida espiritual, desde que comienza la infancia se va gestando, cuando uno viene a ver ya tiene ese ángel o demonio allá dentro. Por eso en ocasiones he dicho: Yo no escribo poemas, los poemas me escriben a mí. Yo los considero verdaderamente imperativos interiores, como fuerzas que están adentro y que tú tienes que manejar. Porque no son fuerzas incontrolables, ellas imponen ciertos ritmos y hay partes en las que tú intervienes, modelas, en fin. Sin esos seres interiores no hay poesía. A veces es un zoológico lo que tiene uno allá dentro.
¿Cómo reconoció la presencia de su ángel?
¿Cómo reconoció la presencia de su ángel?
¿Cuándo me di cuenta? Cuando comenzó a hablar él. Él tocó la puerta. Alguna vez tocó y yo le entendí. Es un lenguaje que uno no entiende, el lenguaje de los ángeles es suyo y realmente se abre cuando tú estás preparado para escucharlo. Pues la vida te va haciendo, te va dando la capacidad de interpretar el lenguaje de ese otro que no sabemos exactamente quién es. Ese que puede ser un ángel o un demonio disfrazado de ángel.
De allí que la ambigüedad sea un elemento muy importante de mi poesía. Porque yo creo que el universo es, en esencia, ambiguo, el universo es trasformativo, todas las cosas tienden a ser otra cosa. Nunca una cosa es simplemente una cosa, puede ser otra también dependiendo la percepción tuya. Tú puedes mirar las cosas desde el ángulo que desees.
La imaginación es poderosísima, de hecho creo que es el mayor poder que tiene el individuo. Lo que hace humano al ser humano es la imaginación, la potencia y el poderío de la imaginación, eso es lo importante.
La imaginación es la fuerza de la poesía. ¿Cuál es el secreto para escribir poesía?
Yo creo que la clave para hacer buena poesía es que el poeta mire con toda la pureza o impureza que le es posible en su interioridad. Yo creo en una frase, que no la inventó Borges, pero que la puso a circular: “Un hombre es todos los hombres”. Yo creo que la obligación del poeta es conocerse él mismo, no por un acto egoísta, sino que al conocerse él mismo puede conocer a los otros.
En su poesía podemos encontrar elementos locales: palenqueras, pescadores, y también universales: ícaros, parménides, aquiles. ¿Se puede hablar de un gran tema en su poesía?
De allí que la ambigüedad sea un elemento muy importante de mi poesía. Porque yo creo que el universo es, en esencia, ambiguo, el universo es trasformativo, todas las cosas tienden a ser otra cosa. Nunca una cosa es simplemente una cosa, puede ser otra también dependiendo la percepción tuya. Tú puedes mirar las cosas desde el ángulo que desees.
La imaginación es poderosísima, de hecho creo que es el mayor poder que tiene el individuo. Lo que hace humano al ser humano es la imaginación, la potencia y el poderío de la imaginación, eso es lo importante.
La imaginación es la fuerza de la poesía. ¿Cuál es el secreto para escribir poesía?
Yo creo que la clave para hacer buena poesía es que el poeta mire con toda la pureza o impureza que le es posible en su interioridad. Yo creo en una frase, que no la inventó Borges, pero que la puso a circular: “Un hombre es todos los hombres”. Yo creo que la obligación del poeta es conocerse él mismo, no por un acto egoísta, sino que al conocerse él mismo puede conocer a los otros.
En su poesía podemos encontrar elementos locales: palenqueras, pescadores, y también universales: ícaros, parménides, aquiles. ¿Se puede hablar de un gran tema en su poesía?
Sí, hay elementos de mi entorno, pero uno no debe sentirse amarrado a hacer poesía local, regional o caribeña. Yo pienso que lo que uno debe es hacer poesía, buena poesía. Escucharlos a ellos (el ángel y/o el demonio interior) cuando te los has ganado y no les tienes miedo. Es decir, tú puedes escribir sobre una piedra que te tropieza el zapato, o sobre Ícaro perfectamente. O sea, que a ti te pertenece tanto tu tradición local como la tradición universal, y puedes hacer uso de ellas.
No te debes restringir tampoco. A veces queremos ser “caribeñistas” a toda costa. Yo no soy partidario del caribeñismo hecho “ismo”, como una bandera, como una cosa radical. No, yo soy caribeño y escribo pues del mar, de las palenqueras o del vendedor de pescado. ¡No! Eso está ahí y cuando eso me apela, me llama, a mi tradición literaria le dice algo.
De todas maneras uno aprovecha sus propias experiencias vividas o las no vividas. Pues tú, al estar leyendo, te pones en contacto con otras mentes. Te encuentras abierto a la tradición universal y eso te da derecho a dialogar con esa tradición también. Hallar la verdadera identidad del ser humano nos hace localistas y universalistas y tú aprendes lo que es el ser humano. Partiendo de que el ser humano es uno en todas partes, nada indica que el ser humano haya evolucionad, o sea mejor ahora que antes. Yo creo que el ser humano siempre será mejor y peor.
¿Cómo fue su formación de poeta? ¿Nació con el ángel o intempestivamente se le reveló? ¿El poeta nace o se hace?
No te debes restringir tampoco. A veces queremos ser “caribeñistas” a toda costa. Yo no soy partidario del caribeñismo hecho “ismo”, como una bandera, como una cosa radical. No, yo soy caribeño y escribo pues del mar, de las palenqueras o del vendedor de pescado. ¡No! Eso está ahí y cuando eso me apela, me llama, a mi tradición literaria le dice algo.
De todas maneras uno aprovecha sus propias experiencias vividas o las no vividas. Pues tú, al estar leyendo, te pones en contacto con otras mentes. Te encuentras abierto a la tradición universal y eso te da derecho a dialogar con esa tradición también. Hallar la verdadera identidad del ser humano nos hace localistas y universalistas y tú aprendes lo que es el ser humano. Partiendo de que el ser humano es uno en todas partes, nada indica que el ser humano haya evolucionad, o sea mejor ahora que antes. Yo creo que el ser humano siempre será mejor y peor.
¿Cómo fue su formación de poeta? ¿Nació con el ángel o intempestivamente se le reveló? ¿El poeta nace o se hace?
Es la pregunta clásica. Como tú dices, es algo así como la del huevo y la gallina, ¿qué es primero?
Yo creo que ambas cosas están allí. El poeta puede nacer; pero, si no hay un contexto, unas circunstancias que favorezcan el crecimiento, no llegará a ser poeta. Es decir, nació poeta pero no se hizo poeta. No alcanzó a desplegar su talento interior. Yo creo que para ser un poeta se requiere un elemento constitutivo de base, tuyo, innato, o que hayas nacido con eso o en tu infancia lo hayas forjado y que es un punto de partida. Porque la función de ese elemento de infancia que te condenó o te marcó es el principio desencadenante de todo.
Después viene el hacerse. Ya con las lecturas, determinados autores que te encauzan, que te estilizan, que te aclaran interrogantes, etcétera. Pero sin ese elemento de base no sería posible. Tiene que haber una condición dada, que la desarrolles o no la desarrolles es allí donde entra el hacerse.
Hay que tener el sello puesto. Si tú me preguntaras: ¿tú hubieras querido ser poeta? Yo te hubiera contestado: quizás no. Es algo un poquito complicado. Yo no le recomiendo a la gente que sea poeta; yo le digo: si puede evitarlo, evítelo.
Yo creo que ambas cosas están allí. El poeta puede nacer; pero, si no hay un contexto, unas circunstancias que favorezcan el crecimiento, no llegará a ser poeta. Es decir, nació poeta pero no se hizo poeta. No alcanzó a desplegar su talento interior. Yo creo que para ser un poeta se requiere un elemento constitutivo de base, tuyo, innato, o que hayas nacido con eso o en tu infancia lo hayas forjado y que es un punto de partida. Porque la función de ese elemento de infancia que te condenó o te marcó es el principio desencadenante de todo.
Después viene el hacerse. Ya con las lecturas, determinados autores que te encauzan, que te estilizan, que te aclaran interrogantes, etcétera. Pero sin ese elemento de base no sería posible. Tiene que haber una condición dada, que la desarrolles o no la desarrolles es allí donde entra el hacerse.
Hay que tener el sello puesto. Si tú me preguntaras: ¿tú hubieras querido ser poeta? Yo te hubiera contestado: quizás no. Es algo un poquito complicado. Yo no le recomiendo a la gente que sea poeta; yo le digo: si puede evitarlo, evítelo.
Por Robinson Esalas
Revista Espejo, nº 4, enero-junio 2011
Revista Espejo, nº 4, enero-junio 2011
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