Comentario a
Santiago de Chile, marzo, 2010.
Por Hugo Quintana Q.,
Editor de Ortiga Ediciones.
Editor de Ortiga Ediciones.
Hace más o menos, unos 12 años, llegaron a mis manos dos hermosas y hasta ahora memorables antologías. Ambas incursionaban en una tradición poética de la cual desconocía trazos importantes, así que para el momento, fueron objeto de asombro, y aún ahora lo son.
Un viejo amigo me presentaba a un compañero suyo del Magíster en Literatura de la Universidad de Chile, Jorge Eduardo Arellano, quien –en aquella época- se desempeñaba como Embajador de Nicaragua en nuestro país. Al responder a una invitación a su oficina para continuar la charla literaria, le vimos acercarse a uno de los escaparates atestados de libros. Acto seguido tomó dos. Se trataba de versiones antológicas de la poesía nicaragüense. Una había sido construida por él mismo, mientras que la otra había sido construida por Ernesto Cardenal.
Nuestro asombro y agradecimiento fue mucho, porque la visión que nos entregaron esos textos, a modo de panorámica, nos había hecho descubrir todo el esplendor de la tradición nicaragüense, varios nombres que no existían para nosotros, pero que a partir de allí, se han convertido en referentes habituales, sitios a los cuales se vuelve con gusto cada cierto tiempo.
Y esa fue la sensación al encontrarme con la lectura de Palabras sobre palabras: 13 poetas jóvenes de España. La del asombro.
Pasa que no nos hemos informado debidamente de cuanto está ocurriendo con la poesía española actual. De no ser por un par de nombres, nos encontraríamos en el naufragio más total.
No obstante, esta edición viene a rescatarnos de algo que nos debiera avergonzar a priori. Algo que, en todo caso, tampoco ha sido completa culpa nuestra, ya que los vaivenes del negocio editorial a nivel de habla hispana, tampoco han incursionado de manera exhaustiva en estas otras poéticas, que siendo nuevas, y que transitando al borde del cánon de producto consumible, se han dado a la tarea de crear, de hacer poiesis, en el sentido estricto del término, para ofrendar resultados que buscan fervorosamente otorgarle un horizonte de expectativas a una actividad que parecía, estaba durmiendo la larga siesta de la autocomplacencia.
Esa es la novedad, una panorámica que nos advierte acerca de la inconformidad que también se vivía al otro lado del Atlántico, y que era tan real como la nuestra. ¿Los por qués?. Bueno, fácil. Casi nulo acceso a publicaciones, al apoyo editorial, a los financiamientos, a destacar en concursos donde habitualmente se hace una puesta en escena para glorificar a herederos de estilos que vengan a refrendar los circuitos de poder al interior del establishment de la literatura consolidada. La endogamia típica de todo discurso de poder, y del cual la poesía no ha estado ajena, por cierto.
Al amparo de la academia, encunados desde los salones universitarios es que se han lanzado las nuevas generaciones a la conquista de espacios nuevos. Se habló de “bordes”, de “los márgenes” –o marginales-, de “emergentes”, de neobarroquismo, de neo-larismo, neo-neovanguardismo, etc. Lo cierto es que las nuevas tecnologías, como las revistas literarias digitales, publicaciones on-line y el surgimiento de micro-editoriales, han abierto un escenario paralelo.
Y no es que las grandes editoriales o el negocio del libro vayan a tambalear por semejantes apariciones. Es que sencillamente, los que buscamos un algo más, nos congratulamos de que hayan otros, en la misma sintonía, en tan diversos lugares. Es lo que el responsable de esta selección y prólogo, de esta muestra –en definititva-, ha intentado graficarnos al recordarnos acerca de la existencia de “un diálogo universal y contemporáneo en torno a la poesía moderna”, cita que toma de Hans Magnus Enzensberger.
Palabras sobre palabras resume de alguna manera la trayectoria de lector-investigador y activo participante de Julio Espinosa Guerra (1974), poeta chileno radicado en España (Zaragoza, para ser más específico aún), en los circuitos literarios de la península ibérica. Ganador de un par de concursos de relevancia internacional, es además responsable de una hermosa y muy cuidada antología de poesía chilena editada por Visor en el año 2005, La poesía chilena del siglo XX, que las emprende sobre la producción nacional de la segunda mitad del siglo anterior, con toda su diversidad y riqueza estética y vital.
En esta ocasión, selecciona a trece poetas españoles jóvenes, tomando como coordenada inicial el hecho de que ninguno de los elegidos haya sobrepasado las cuatro décadas, pero que a su haber, cuente con publicaciones y una trayectoria capaz de exponer una voz propia más o menos definida. De esta manera, nos presenta una síntesis de cada uno que nos permite observar cierta coherencia en su quehacer escritural, vale decir, que cada muestra es representativa del trabajo, del proyecto de obra que cada autor espera consolidar en su actuación como poeta.
Esto que parece una simpleza, es lo que siempre me ha molestado de las “antologías” en general, debido a que eso de hacer “selecciones” muchas veces desconfigura la imagen ideada, haciéndonos ver aciertos que, tomados quizás de aquí o de allá, no dejan entrever algún grado de ligazón ni en la muestra de cada caso, ni en la panorámica presentada. Una antología debe ser un poco más que un mix de papelitos picados.
Por eso son pocas las antologías que realmente le quedan a uno en la retina.
En esta muestra –por ejemplo-, es difícil desanudar, desmadejar lo fraguado con paciencia y cuidado por el responsable de esta selección: Marta Agudo Ramírez, Marcos Canteli, Óscar Curieses, Benito Del Pliego (a quien ya conocíamos gracias a la revista Heterogénea de poesía que mantenía Julio a manera de Blog), Patricia Esteban, Ana Gorría, Jesús Jiménez Domínguez, Luis Luna, Julia Piera, Goretti Ramírez, Julio Reija, Sandra Santana y Julieta Valero nos instigan a una visita plácida a sus diversas formas de encarar el difícil arte del oficio escriturario, donde todos escenifican opciones y búsquedas distintas, y donde se puede avizorar además, preocupaciones comunes, destellos de aquel diálogo universal a que se hacía referencia en un párrafo anterior.
Llama la atención la capacidad de arriesgarse hacia un algo más de estos autores, aspecto común en todos, la no-conformidad, el autoexilio del cánon, de los facilismos, de las complacencias de una poesía más cercana al objeto de consumo que se apropiaba pobremente del material con que se construía. A propósito de esto, una de las líneas reconocidas en el texto de presentación, es la preocupación por el lenguaje (la relación entre las palabras y las realidades que designan, problemática inaugurada por Foucault en 1966), dejándonos entrever la crisis que toda la teoría postmodernista ya ha descrito hasta el cansancio, y que no hace más que revelar que se trata de una preocupación más academicista, que de la poesía propiamente tal, y que dan un aviso acerca de las discusiones que deben estar presenciándose en el contexto literario español.
Es por ello que esta muestra es tan valiosa. Porque nos confirma algo que acá también era materia de atractiva discusión.
Por último, quisiera resaltar el alto nivel poético de los autores presentados. Pese al paladar que cada uno pueda tener como lector, o de las preferencias particulares, nos queda a modo de conclusión que se asiste a un saludable espectáculo. Y quién sabe si más de alguno de ellos, deja entre sus manos, o incrustado en su retina, trozos o fragmentos de aquella brisa esquiva que solo deambula donde quiere: la poesía.
Un viejo amigo me presentaba a un compañero suyo del Magíster en Literatura de la Universidad de Chile, Jorge Eduardo Arellano, quien –en aquella época- se desempeñaba como Embajador de Nicaragua en nuestro país. Al responder a una invitación a su oficina para continuar la charla literaria, le vimos acercarse a uno de los escaparates atestados de libros. Acto seguido tomó dos. Se trataba de versiones antológicas de la poesía nicaragüense. Una había sido construida por él mismo, mientras que la otra había sido construida por Ernesto Cardenal.
Nuestro asombro y agradecimiento fue mucho, porque la visión que nos entregaron esos textos, a modo de panorámica, nos había hecho descubrir todo el esplendor de la tradición nicaragüense, varios nombres que no existían para nosotros, pero que a partir de allí, se han convertido en referentes habituales, sitios a los cuales se vuelve con gusto cada cierto tiempo.
Y esa fue la sensación al encontrarme con la lectura de Palabras sobre palabras: 13 poetas jóvenes de España. La del asombro.
Pasa que no nos hemos informado debidamente de cuanto está ocurriendo con la poesía española actual. De no ser por un par de nombres, nos encontraríamos en el naufragio más total.
No obstante, esta edición viene a rescatarnos de algo que nos debiera avergonzar a priori. Algo que, en todo caso, tampoco ha sido completa culpa nuestra, ya que los vaivenes del negocio editorial a nivel de habla hispana, tampoco han incursionado de manera exhaustiva en estas otras poéticas, que siendo nuevas, y que transitando al borde del cánon de producto consumible, se han dado a la tarea de crear, de hacer poiesis, en el sentido estricto del término, para ofrendar resultados que buscan fervorosamente otorgarle un horizonte de expectativas a una actividad que parecía, estaba durmiendo la larga siesta de la autocomplacencia.
Esa es la novedad, una panorámica que nos advierte acerca de la inconformidad que también se vivía al otro lado del Atlántico, y que era tan real como la nuestra. ¿Los por qués?. Bueno, fácil. Casi nulo acceso a publicaciones, al apoyo editorial, a los financiamientos, a destacar en concursos donde habitualmente se hace una puesta en escena para glorificar a herederos de estilos que vengan a refrendar los circuitos de poder al interior del establishment de la literatura consolidada. La endogamia típica de todo discurso de poder, y del cual la poesía no ha estado ajena, por cierto.
Al amparo de la academia, encunados desde los salones universitarios es que se han lanzado las nuevas generaciones a la conquista de espacios nuevos. Se habló de “bordes”, de “los márgenes” –o marginales-, de “emergentes”, de neobarroquismo, de neo-larismo, neo-neovanguardismo, etc. Lo cierto es que las nuevas tecnologías, como las revistas literarias digitales, publicaciones on-line y el surgimiento de micro-editoriales, han abierto un escenario paralelo.
Y no es que las grandes editoriales o el negocio del libro vayan a tambalear por semejantes apariciones. Es que sencillamente, los que buscamos un algo más, nos congratulamos de que hayan otros, en la misma sintonía, en tan diversos lugares. Es lo que el responsable de esta selección y prólogo, de esta muestra –en definititva-, ha intentado graficarnos al recordarnos acerca de la existencia de “un diálogo universal y contemporáneo en torno a la poesía moderna”, cita que toma de Hans Magnus Enzensberger.
Palabras sobre palabras resume de alguna manera la trayectoria de lector-investigador y activo participante de Julio Espinosa Guerra (1974), poeta chileno radicado en España (Zaragoza, para ser más específico aún), en los circuitos literarios de la península ibérica. Ganador de un par de concursos de relevancia internacional, es además responsable de una hermosa y muy cuidada antología de poesía chilena editada por Visor en el año 2005, La poesía chilena del siglo XX, que las emprende sobre la producción nacional de la segunda mitad del siglo anterior, con toda su diversidad y riqueza estética y vital.
En esta ocasión, selecciona a trece poetas españoles jóvenes, tomando como coordenada inicial el hecho de que ninguno de los elegidos haya sobrepasado las cuatro décadas, pero que a su haber, cuente con publicaciones y una trayectoria capaz de exponer una voz propia más o menos definida. De esta manera, nos presenta una síntesis de cada uno que nos permite observar cierta coherencia en su quehacer escritural, vale decir, que cada muestra es representativa del trabajo, del proyecto de obra que cada autor espera consolidar en su actuación como poeta.
Esto que parece una simpleza, es lo que siempre me ha molestado de las “antologías” en general, debido a que eso de hacer “selecciones” muchas veces desconfigura la imagen ideada, haciéndonos ver aciertos que, tomados quizás de aquí o de allá, no dejan entrever algún grado de ligazón ni en la muestra de cada caso, ni en la panorámica presentada. Una antología debe ser un poco más que un mix de papelitos picados.
Por eso son pocas las antologías que realmente le quedan a uno en la retina.
En esta muestra –por ejemplo-, es difícil desanudar, desmadejar lo fraguado con paciencia y cuidado por el responsable de esta selección: Marta Agudo Ramírez, Marcos Canteli, Óscar Curieses, Benito Del Pliego (a quien ya conocíamos gracias a la revista Heterogénea de poesía que mantenía Julio a manera de Blog), Patricia Esteban, Ana Gorría, Jesús Jiménez Domínguez, Luis Luna, Julia Piera, Goretti Ramírez, Julio Reija, Sandra Santana y Julieta Valero nos instigan a una visita plácida a sus diversas formas de encarar el difícil arte del oficio escriturario, donde todos escenifican opciones y búsquedas distintas, y donde se puede avizorar además, preocupaciones comunes, destellos de aquel diálogo universal a que se hacía referencia en un párrafo anterior.
Llama la atención la capacidad de arriesgarse hacia un algo más de estos autores, aspecto común en todos, la no-conformidad, el autoexilio del cánon, de los facilismos, de las complacencias de una poesía más cercana al objeto de consumo que se apropiaba pobremente del material con que se construía. A propósito de esto, una de las líneas reconocidas en el texto de presentación, es la preocupación por el lenguaje (la relación entre las palabras y las realidades que designan, problemática inaugurada por Foucault en 1966), dejándonos entrever la crisis que toda la teoría postmodernista ya ha descrito hasta el cansancio, y que no hace más que revelar que se trata de una preocupación más academicista, que de la poesía propiamente tal, y que dan un aviso acerca de las discusiones que deben estar presenciándose en el contexto literario español.
Es por ello que esta muestra es tan valiosa. Porque nos confirma algo que acá también era materia de atractiva discusión.
Por último, quisiera resaltar el alto nivel poético de los autores presentados. Pese al paladar que cada uno pueda tener como lector, o de las preferencias particulares, nos queda a modo de conclusión que se asiste a un saludable espectáculo. Y quién sabe si más de alguno de ellos, deja entre sus manos, o incrustado en su retina, trozos o fragmentos de aquella brisa esquiva que solo deambula donde quiere: la poesía.
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