LAS PALABRAS DESTERRADAS
Los poetas son sepultureros que entierran palabras
y se contentan con algunas migajas del diccionario.
Criaturas frugales, no admiten que las palabras brillen como luces de navíos
contempladas desde la playa blanca de la página,
desde la playa trivial de la vida.
Les exigen que sean sumisas como las fieras domadas de un circo
o que lleven por traje el hábito de los franciscanos.
Pero en la noche helada que las constelaciones arrastra
las palabras desterradas se levantan de sus tumbas
y, en el espacio reservado a las fulguraciones perpetuas,
componen el gran poema del universo.
El poema pertenece a La aldea de sal (Calambur, Madrid, 2009) y la traducción es de Guadalupe Grande y Juan Carlos Mestre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario