lunes, 22 de agosto de 2016

Un diálogo con Antón Castro


Jesús Jiménez Domínguez (Zaragoza, 1970) es una de las voces más personales de la lírica española de los últimos años. Con la llegada de la primavera publicaba en La Bella Varsovia su libro Contras las cosas redondas, que pronto llegó a su segunda edición. Aquí el autor explica algunas de las claves del libro, su poética y recomienda algunos libros para leer en verano. O en cualquier momento del año. El sábado 13 de agosto se publicaba en Heraldo de Aragón un amplio fragmento; hoy aparece al completo.

¿Cuál es el ánimo esencial de Contra las cosas redondas?
Una exaltación -siquiera indirecta, siquiera digresiva- de la vida mediante la observación de personas y cosas que la acompañan y un día la dejan. Sigo preguntándome por los asuntos de siempre: quién soy yo y cómo es este mundo. En qué consiste esto de vivir cuando la vida nos viene dada sin garantía ni manual de instrucciones. Hay muchas preguntas en este libro y pocas certezas. 

Dice en el primer poema: “Los días, llegando de uno en uno, / rebosan las orillas del corazón y lo desbordan”. ¿Eso qué es: aceptación gozosa del presente u otra cosa?
 Beneplácito, aceptación dichosa del presente; pero también asombro y fascinación ante ese caudal salvaje y desordenado que es la suma de instantes: la vida.

En el poema que da título al libro, dice que prefiere las cosas informes, las imperfectas, con taras. ¿A qué tipo de imperfección se refiere?
 Hay una cierta rebeldía ante la tiranía de lo bello, perfecto y armónico a favor de lo imperfecto, raro y aparentemente vulgar. Un “camino de imperfección”, como sugiere el poeta, ensayista y crítico Antonio Rivero Taravillo. Una versión light de aquellos versos de Rimbaud: “Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié”. Y también una invitación a dudar de los dogmas de fe, de las verdades supuestamente inalterables.

¿Cómo se fue armando y organizando el libro, cómo surgieron los poemas?
 Suelo decir que no escribo libros de poesía, sino poemas sueltos a lo largo de varios, bastantes años. Solo cuando dispongo de un buen puñado de ellos (alrededor de treinta y cinco o cuarenta poemas) intento armar un libro, ordenándolos de una manera estratégica, buscando afinidades entre ellos. En realidad, pienso que los poemas nacen con vocación de singles, pero el mercado editorial de la poesía (si es que tal existe) requiere elepés y hasta dobles elepés, así que les envío un montón de poemas dentro ese engañoso formato.

¿Hay que leer sus partes en una clave especial, como una sinfonía con sus partes o es un orden un poco azaroso?
El orden de los poemas es bastante fortuito. Cada poema tiene su propio status independiente: puede leerse por separado y en un orden no prefijado. En principio, por eso mismo de ir contra un libro “redondo”, no concebí una estructura cerrada para el libro, pero luego se me ocurrió el juego tonto de las preposiciones: “Ante” (que se abre con el poema “Credenciales” y que es la parte más metapoética del poemario), “Bajo”, “Cabe”, “Con” y “Contra” (que arranca con el poema que da título al libro). 

Uno de los poemas más emocionantes del libro es ‘La luz’. ¿Podríamos decir que es un pequeño manifiesto o la clave del conjunto? ¿Una apuesta por la felicidad?
 No soy muy amigo de manifiestos y panfletos ni siento la necesidad de pontificar o teorizar. Para mí, la poesía tiene más de pregunta e indagación que de respuesta y aseveración. Por supuesto, cada poema es una manifestación. Y me gusta pensar que la poesía es el periódico de lo invisible y lo fugaz, de esas pequeñas cosas cotidianas en las que apenas reparamos porque hemos hecho de nuestra vida un río vertiginoso. Los poemas que me interesan son aquellos que dan noticia íntima de cada uno de nosotros, aunque sea a mi manera, de forma alegórica.

¿Por qué es la poesía la alumna aventajada de la luz?
 Allí donde la objetividad de la ciencia no llega, lo hace la subjetividad de la poesía. Esta pone bajo su foco aspectos del mundo y de nosotros mismos que no conocíamos o que habíamos olvidado. La poesía nos muestra la cara oculta de las cosas, las ilumina. Es un gran caer en la cuenta, como decía Valente.

Este también es el libro de las pequeñas cosas, de los actos inadvertidos, ¿qué te da la observación de lo cotidiano, en qué radica su poesía?
Con las cosas más cotidianas y a primera vista insignificantes puedes armar un gran poema que hable del mundo. No necesitas palabras ostentosas, ni palacios marmóreos, ni grandes verdades universales. Dame al azar dos o tres objetos muy humildes y, con tiempo, te descubriré unas rencillas o unos amores recónditos entre ellos. Y lo que es mejor: hallarás en sus asuntos privados tus mismos asuntos. Así funcionan gran parte de mis poemas. 

¿Qué supone para ti alcanzar una segunda edición de poesía?
Supone la existencia de una confianza firme por parte de la editora, Elena Medel, al apostar por una vida prolongada del libro cuando la misma dinámica del mercado editorial parece señalar lo contrario. Dupone la sospecha, aunque suene muy inmodesto por mi parte, de que en muchos rincones del país hay un puñado nada desdeñable de lectores, muy fieles y exigentes, que esperan durante años la publicación de un libro mío y que compran a ciegas, como si Jiménez Domínguez fuera una marca de confianza.

Llevas casi dos décadas en la poesía. ¿Cuál ha sido tu evolución, cómo ves tu camino?
Aunque empecé a escribir poemas a los 9 años, solo publiqué mi primer libro (a los 30 años) cuando pensé que era una edad apropiada. Ahora que nadie nos oye, me confesaré: ojalá hubiera esperado algunos años más para hacerlo. He estado aprendiendo todo el tiempo y sigo haciéndolo, por eso siempre tengo la impresión de estar empezando. Comencé muy imbuido por las vanguardias y todos los ismos de principios del siglo XX. Con el tiempo he sabido, creo, subrayar lo esencial del hecho poético sin preocuparme de retóricas retorcidas ni de parecer moderno. ¿Quién querría ser moderno pudiendo elegir ser eterno? Esa sería una noble, aunque utópica, aspiración.

¿Cómo se construye un lenguaje poético personal?
No tengo ni idea. Todos andamos tras la piedra filosofal del “estilo propio”, pero no existe una fórmula mágica. Supongo que no queda otra solución que leer mucho y diverso, intentar ser permeable y no temer a las influencias. Todo ese maremágnum de influencias adquiridas a lo largo del tiempo y un prolongado, incansable trabajo de indagación personal, ayuda a la construcción de un estilo, de un lenguaje poético personal. Ah, y correr algunos riesgos, buscar tu propio camino sin pensar si va en una dirección contraria al de los demás. 

¿Ha vuelto la poesía a nuestras vidas y a nuestras noches de una manera natural o es un espejismo?
 ¿Se fue alguna vez? Esencialmente no. Si la pregunta va en la dirección de cuál es el momento actual de la poesía en España, tengo que señalar que esta sigue demostrando su mala salud de hierro frente a cualquier crisis. Hay una actividad frenética todas las semanas: publicaciones de libros, presentaciones, recitales, blogs, festivales… Empieza a haber tantos festivales de poesía como de música.

¿Podrías decirnos por qué debemos leer poesía?
Hace unos años la Universidad inglesa de Liverpool llegó a la conclusión de que la poesía estimula la mente y resulta más beneficiosa terapéuticamente que los libros de autoayuda. No hacían falta tantos estudios para llegar a esa conclusión. Yo podría dar otras muchas razones, todas ellas muy personales, pero me quedo con esta, muy poderosa y primordial: no olvidar quiénes somos. 

Recomiéndanos tres o cuatro libros de poesía para leer en verano.
Estuve el verano pasado en un festival de poesía en Rumanía y me traje de allí dos nombres ineludibles: Ion Mureşan e Ioan Es.Pop. En verano, tiempo de amores desordenados, suelo serle infiel a la poesía para arrimarme más a la novela. Para los que deseen recorrer el camino inverso recomiendo en esta época del año la poesía llena de viajes (geográficos e interiores) de Adam Zagajewski (Mano invisible) o de Martín López-Vega (Adulto Extranjero). Y, sobretodo, la poesía de Wislawa Szymborska, que es amena, luminosa y siempre fresca. He veraneado más veces en los poemas de Wisława que en el Mediterráneo.

3 comentarios:

  1. Hola Jesús, te he descubierto porque el otro día compré varios libros de poesia al azar (es decir de autores que no conocía) y uno de ellos era "Contra las cosas redondas". Me está gustando y quise saber más de ti, y así buscando he dado con tu blog.
    En fin, que ha sido un placer descubrirte. Vendré más por aquí.
    Por cierto tenemos al menos dos cosas en común: yo también escribo, y también trabajo en un psiquiátrico, ya ves, casualidades.

    Saludos

    Pablo

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  2. Hola, Pablo. Bienvenido y muchas gracias por confiar a ciegas en un título como "Contra las cosas redondas". Espero que, todo él, sea de tu agrado.
    Curioso lo de trabajar tú también en un centro psiquiátrico (¿dónde se encuentra?). Una vez más, literatura y locura de nuevo juntas.

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  3. Jaja... Hombre si todo él fuera de mi agrado te habría salido un libro demasiado redondo ;)
    Trabajo en un centro psiquiátrico andaluz, no te digo más porque me gusta tener separadas mi faceta personal y/o de escritor de la estrictamente profesional.
    Si tienes curiosidad por lo que escribo puedes ojear mi blog, aunque no te auguro cosas muy redondas, jeje.
    Saludos

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