martes, 18 de agosto de 2009

Nuevas noticias del British Bar de Lisboa

Fernando Pessoa, reciclado para el British Bar en Lisboa

Antonio Costa Gómez (autor de novelas como La calma apasionada, en la que narra los últimos días del emperador Adriano) me escribe un conciso correo electrónico para contarme que ha pasado unos días en Lisboa. Antonio es un viajero infatigable que en los años 80, antes de que las hordas de turistas asolaran Praga, viajaba a la capital checa buscando el rastro de Rilke y de Kafka, dos de sus fantasmas literarios favoritos.

En Lisboa, Antonio ha recorrido los lugares secretos que no vienen en las guías turísticas, sino en Lisboa, diario de a bordo, de José Cardoso Pires, y en algún artículo suelto de Enrique Vila-Matas, por poner dos ejemplos.

En “La ciudad que navega”, concretamente, escribe Vila-Matas: “Tierra adentro, está el British Bar, con su reloj con los minuteros al revés e inmortalizado por Wenders y Fuller en una película en la que ese reloj es metáfora de la relación extraña de Lisboa con el tiempo: reloj del British Bar, a cuatro pasos de Cais do Sodré, donde un reloj municipal -con la leyenda hora legal- marca, en clara oposición a la del British, la hora oficial”.

Siguiendo quizás la pista vilamatiana, igual que hicimos Vicky y yo en su día, Antonio Costa y Consuelo de Arco han visitado el British Bar, al que semanas atrás hice referencia en este blog dando cuenta de la traducción al portugués que un lisboeta llamado Victor Reis había realizado de mi poema “Los relojes del British Bar de Lisboa”. Puesto que la Península Ibérica ha dejado de ser una piel de toro para formar parte de un mundo que es un pañuelo, ocurren las casualidades: el dueño del British Bar, el Sr. Silva, le mostró ufano a Antonio Costa ese mismo poema traducido, que piensa enmarcar en la pared de su establecimiento (quién sabe si al lado del ya famoso reloj). Todo un honor para mí, por supuesto. Luego el Sr. Silva le habló de su relación cordial con Cardoso Pires y le dijo que podía conseguirle un reloj con manecillas girando al contrario.

Lo gratificante de esta historia, en lo que me atañe personalmente, es comprobar que un poema es capaz de traspasar fronteras (la del idioma, la del papel y la del lugar de origen) para llegar a formar parte indisoluble del lugar al que hace referencia y de las personas que lo habitan. Por este tipo de cosas, entre otros motivos, debería uno escribir al fin y al cabo.

Estos días de verano hay otro portugués de exquisita amabilidad trabajando en la traducción de mis poemas para una revista lisboeta, cuyo próximo número debería salir en noviembre. Tiempo habrá de ver en qué queda la cosa y de hablar de ello. Pero hoy las noticias que me trae Antonio Costa Gómez, viajero y novelista, hacen que me reconcilie con la poesía, esa magia caprichosa que en estos últimos meses parece decidida a esquivarme en nuestra cita (cita a ciegas siempre) de papel.

1 comentario:

  1. en la tienda del circo de Madrid (C/ Ronda de Valencia) venden relojes que giran al revés

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