lunes, 22 de julio de 2013

Una pequeña entrevista

 Revista "Aire Nuestro", Bibliotecas Municipales de Burgos
nº 11, junio 2013, págs. 18-20.


1-      En el primer poema, “Frecuencias de onda corta”, haces ya una declaración de intenciones: Disponte a percibir las señales secretas/ que las cosas de la tierra emiten para ti. Así, nos descubres las palabras como asas que ponemos a las cosas para alcanzarlas, los recuerdos como piedras pómez que siempre suben a la superficie… En la mayoría de tus poemas juegas con las palabras y con la realidad, como esas fotografías en blanco y negro de Chema Madoz. ¿Esa sería la función del poeta, descubrirnos otra forma de ver el mundo?
José Ángel Valente decía que la poesía es un gran caer en la cuenta. Esa afirmación sigue alumbrando gran parte de mi posición de partida. La poesía es hija de la lentitud y el instante. Y permite detenernos en mitad de nuestro mundo vertiginoso para apreciar las pequeñas cosas de todos los días, esas que no aparecen en los periódicos y no por ello son menos importantes. La poesía es el periódico de lo aparentemente minúsculo y fugaz, pero que tanto nos define. Cada verso es un gran titular, cada poema una entrevista en exclusiva a todo cuanto sigue siendo misterioso e inexplicable.
2-      En muchos de tus poemas está presente la idea del cambio, del paso del tiempo, de no ser uno siempre el mismo con el paso de los años. Cambiamos nosotros con el tiempo, ¿cambian también los temas de interés?
Los temas literarios más esenciales (aquellos que, para entendernos, derivan del “quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos”) ya están todos “inventados”.  Mala suerte, alguien se nos adelantó con las patentes. Lo que sí cambia es el contexto de una época, sus matices, y, en consecuencia, el modo de afrontar esos temas. Y cambian las formas, claro. De todas formas me temo que, hoy más que nunca, sigue vigente aquello que decía André Gide: “Puede que todo esté dicho, pero como nadie escucha, hay volver a empezar de nuevo”. Y sí: es posible que, en tiempos de crisis como estos que nos asolan, la poesía (como el resto de las artes) haya trasladado su foco de atención de lo individual a lo social. No sé, falta todavía perspectiva para apreciarlo en su totalidad.
3-      Tratas el tema de la muerte. En algún lugar del mundo un árbol me espera./… Pero en su interior crece una caja para mí… es perturbador y, sin embargo, ¿nos equivocamos si no vemos temor a la muerte sino más bien aceptación?
Hay, evidentemente, más aceptación que temor en este poema. Si te soy sincero, en un primer momento quien paseaba por el bosque del poema no era Marina Tsvietáieva sino yo mismo. Luego acepté que no era muy sincero el poema, porque ante la idea de la muerte hay en mí más temor que otra cosa. De ahí que terminara dándole el papel protagonista a Marina y yo optara por situarme fuera de plano, entre bambalinas.
4-      El tono de tu poesía es muy reflexivo y sobre todo sencillo, escrito, como dices,  sin mayúsculas, nos evoca la poesía de Szymborska. ¿También fluye cierto humor?
Qué más quisiera yo que parecerme, siquiera a ratos, a Wislawa Szymborska. Pero de alguna manera, igual que ella, intento entenderme un poquito a mí y al mundo en el que estoy. Mal haría en explicarme dando rodeos innecesarios o enturbiando la voz hasta hacerla incomprensible. Mediana claridad ante todo, sí. ¿Humor? No sé. En dos o tres poemas de Frecuencias asoma cierta ironía, que es la forma más inteligente, aristocrática y sutil del humor.
5-      ¿Nos podrías explicar cómo surge la idea de un poema y como fragua después?
Sinceramente, no sé muy bien cómo funciona la máquina de hacer poemas. Como venía sin manual de instrucciones, sigue siendo un glorioso misterio. Si lo supiera, tendría más posibilidades de escribir poemas estupendos todos los días y no es el caso: surgen, casi milagrosamente, uno o dos de vez en cuando. A veces suelo tener una especie de vislumbre, un atisbo de epifanía (visual o conceptual) y luego confío en mi intuición y en unas pocas herramientas de taller mecánico para sacarle el máximo partido a lo que, sólo en apariencia, no lo tiene. 
6-      Solemos imaginar al poeta como una persona solitaria literariamente hablando, ¿ese sería tu caso o, por el contrario, sí que tienes relación con otros escritores?
Literariamente, el poeta nunca está solo: le acompaña y escolta toda una tradición poética. Así lo siento yo. La tradición es el cuartel de invierno adonde me retiro para descansar de las banalidades y las pugnas tribales de mis contemporáneos. Me voy al ayer de los demás para descansar de mi hoy. Allí, todas las mañanas, Emily Dickinson pone a hervir agua, Li Bo recoge hojas de té y Billy Collins busca un poco de azúcar. ¿Cómo no beber de la tradición antes de sentarse a escribir?
7-      ¿Podrías recomendarnos algún poeta que te interese?
Para no olvidar y enojar a alguno de mis contemporáneos españoles que pueda estar leyendo esto, mejor me voy lejos a buscarlos y ahora vuelvo: Adam Zagajewski, Charles Simic, Wislawa Szymborska, Mark Strand, Zbigniew Herbert, Tomasz Różycki, Fabián Casas, Valter Hugo Mãe, Lêdo Ivo, Antonio Cisneros, Jorge Boccanera, Rómulo Bustos… ¡Muchos!
8-      Ante una situación económica y social tan complicada como la que nos está tocando vivir, ¿qué papel juega la poesía?
Nunca la gente agudizó tanto su sentido poético (metonimias, juegos de palabras, contrasentidos) como hoy a la hora de levantar sus pancartas reivindicativas. Hace poco leí en una de esas proclamas: “No podemos apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones al mismo tiempo”. Hay tanta verdad e inspiración en estas palabras como en el mejor poema de Maiakovski. La crisis va a hacer que despertemos al Quevedo que todos los españoles llevamos dentro. 
9-      Desde la biblioteca nos gusta preguntar a nuestros entrevistados si alguna vez han frecuentado o usan los servicios de alguna biblioteca.
Frecuento las bibliotecas públicas. Cumplen un papel fundamental en la vida cultural de un país y me escandaliza la posibilidad de que un día, como apéndice del sistema educativo que son (o debieran de ser), terminen también privatizándose para convertirse en un lujo exclusivista, en el gimnasio neuronal de unos pocos.
10-  ¿Nos podrías decir si tienes ahora algún proyecto entre manos?
Nada importante. El eterno proyecto de siempre: encontrar ese buen poema que me ayude a entender dónde estamos y, de rebote, me haga parecer mejor escritor pero también un inmodesto inaguantable.


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